En el
Quinque Llibri de los años 1860-1929 de Tormos, pág. 94 Sección Bautismos, en
su bautizo oficiado por el párroco D. Salvador Mut es descrito como José Andrés
Perelló Torrens, y cuyo texto literal es:
“En
la Iglesia parroquial de San Luis Beltrán el lugar de Tormos, filial de la
parroquia de San Francisco de Paula de Ráfol de Almunia, provincia de Alicante,
diócesis de Valencia, el día 18 de abril de mil ochocientos ochenta y cinco, yo
Salvador Mut coadjutor de la misma, bautizo a un niño que nació ayer a las ocho
de la noche hijo legitimo de José Andrés Perello Bañuls, jornalero y de
Patrocinio Torrens Lull, naturales casados y
vecinos de esta. Siendo sus abuelos paternos José Andrés Perelló
labrador natural de Tormos y Joaquina Bañuls de Pego, vecinos de esta y los
abuelos maternos Bartolomé Torrens natural de Tormos, ya difunto, y Josefa
Maria Llull de Rafol, viuda vecina de Tormos...”
José
Perelló Torrens, casado el 14 de febrero 1912 con Francisca Ballester Torrens
(1886-1949), tuvo tres hijos: José (1913-1938), Bartolomé (1916-1927) y
Francisca (1920-2015). De familia humilde, desde joven tuvo como oficio el de
labrador como la mayoría de las personas del pueblo, ya que a principios del siglo XIX, en Tormos y los pueblos de
la Marina Alta contaban con una población eminentemente agraria que tenían como
principal fuente de riqueza la agricultura, con tendencia al minifundio y a la
dispersión parcelaria, lo que suponía un obstáculo para un correcto desarrollo.
En Tormos había muchos
jornaleros aptos para realizar los trabajos agrícolas, pero debido a las crisis
agrarias propiciadas por fenómenos climatológicos adversos, con largas sequías
y otras causas en el levante español, y la plaga de la filoxera del viñedo
entre los años 1884 y 1914, creó una falta de trabajo para estos jornaleros.
Esta incertidumbre en la agricultura, propició el inicio de una emigración
hacia Argelia, Nueva York en los Estados Unidos de América y otros
países buscando una de las posibles soluciones para la mano de obra de la
juventud.
En 1917 debido
a sus escasos recursos económicos personales del momento, José Perelló deja su
familia en Tormos y emigra a los Estados Unidos de América, al igual que lo
había hecho su hermano Bartolomé el 13 de mayo de 1913. José Perelló llega
a Nueva York procedente del puerto de Valencia, el 14 de febrero de
1917 a bordo del buque Antonio López de la flota de la
Compañía Trasatlántica Española. Antes de tocar tierra en Manhattan,
los barcos atracaban en el cercano islote de Ellis, donde a los emigrantes les
esperaba un gran centro de recepción y examen.
Isla de Ellis. Parada obligatoria de nuestros antepasados antes de entrar en EEUU.
En el archivo de Ellis Island se puede buscar el rastro de los
emigrantes que pasaron por allí, saber cómo se llamaban, qué edad tenían, de
dónde llegaron, quién les pagó el viaje, adónde iban, incluso si tenían algún
problema de salud, si eran polígamos o anarquistas.
31 de diciembre de 1918 10 de octubre de 1924
Ya
en Nueva York, José Perelló se alojó en el establecimiento hotelero
situado en el nº 98 de Roosevelt Street llamado “Fonda española valenciana: los dos hermanos”, regentado por
Juan Pons, vecino de Orba, y Manuel Ivars Sala, natural de Benissa. Posteriormente, se hospedó en el
mismo hotel, el cual había sido trasladado a otra parte de la ciudad, había
pasado a manos de Francisco Sendra, también natural de Orba, y había cambiado
de nombre denominándose “La
valenciana” a secas. Esta fonda estaba situada en el nº 45 de
Cherry Street, en uno de los enclaves españoles en la ciudad de Nueva
York, en la parte baja del “Lower East
Side” de la isla de Manhattan, junto al anclaje del Puente Manhattan.
Allí los emigrantes de España convivían con inmigrantes de otras
partes del mundo hispanohablante, principalmente Cuba y Puerto Rico. En
este hotel compartió alojamiento con Leopoldo Ginestar Riera (1898-1974),
también vecino de Tormos y futuro suegro de su único nieto: Joaquín Riera
Perelló (1945-1995). En Nueva York, José Perelló trabajó en la construcción de
carreteras y residió intermitentemente hasta 1925, año en que regresa a
su pueblo natal de Tormos.[2]
Edificio blanco de la Izquierda: Hotel La valenciana,
en Cherry Street 45, Nueva York (1932)
Pocos
años después de su regreso a Tormos, se proclama la Segunda República Española
y los acontecimientos políticos provocan que se convierta en el primer alcalde
democrático de Tormos (Alicante) del siglo XX antes de la recuperación de la democracia
en 1978. Lo fue en representación de los partidos fundados por Manuel Azaña
Díaz (1880-1940), Acción Republicana e Izquierda Republicana, desde abril de
1931 hasta abril de 1939.
Sin
recibir ninguna remuneración económica durante el transcurso de su gestión al
frente del gobierno municipal, José
Perelló impulsó medidas para la mejora del bienestar de la gente de Tormos,
entre otras muchas acciones: la construcción de la Escuela primaria municipal
en 1932-1933 aún en uso en la actualidad; la Casa del maestro hoy reconvertida
en Farmacia; la instalación de un teléfono público; la perforación de un pozo y la correspondiente
conducción de agua desde la fuente de “La
Bolata” hasta el pueblo para su abastecimiento, así como la mejora de la
red de caminos vecinales rurales y de las calles del casco urbano en cuanto a
la evacuación de aguas pluviales.
Al
poco tiempo de iniciarse el conflicto armado de 1936, según declaración del
escolapio el Padre Luis Ripoll Ginestar, que manifestó en declaración ante Juzgado
de Pego el 14 de octubre de 1939:
“que si bien era Alcalde de la
expresada Villa pretendió dejar el mando, pero, ante los ruegos de algunos
amigos de derechas siguió en el cargo para evitar con ello que ocupara el
puesto otro que perjudicara por sus ideas más avanzadas la paz y los intereses
de aquel pueblo...”
Y en
múltiples declaraciones, recogidas en el sumario del proceso judicial contra
José Perelló Torrens, el religioso escolapio de Tormos califica el proceder del
alcalde durante la Guerra Civil como el de un “buen cristiano y perfecto caballero” y remarca que:
“durante el tiempo
que estuvo refugiado en el pueblo junto con otro religioso de la misma orden [el hermano Pascual] el alcalde hizo cuanto estuvo de su parte
para que no le pasara nada, habiendo hecho esta misma labor con otras personas
de derechas allí refugiadas, de las que incluso tenía a alguna refugiada en su
casa [se trataba de Fabián Lull Estela]”.
Durante
los espinosos tiempos de la Guerra Civil, José Perelló al frente de la alcaldía
tuvo una actuación ejemplar, honrosa y humanitaria, no permitiendo la muerte
violenta de ninguna persona en el término municipal de Tormos. Ofreció
protección en Tormos durante toda la Guerra Civil a la monja carmelita
Margarita Ballester Lloret, hermana de D. Joaquín Ballester Lloret (Cofundador de Fontilles) con otras tres
monjas miembros de la comunidad del Convento de Carmelitas de Dénia (Salvadora Gasset Muñoz, Rosalía Díez y
Avelina León González), que se instalaron en la casa de D. Joaquin
Ballester durante la contienda. También dió refugio en Tormos a dos padres
escolapios, uno de ellos, el padre Luis Ripoll Ginestar (1869-1956), natural de
Tormos, a un gran propietario y ex alcalde del municipio de Benimeli (Fabián
Lull Estela [1894-1967]) y otros terratenientes del pueblo de Tormos (Vicente
Ballester Ballester [1867-1945] y su hijo
Vicente Ballester Tur [1895-1960]), a los que con la ayuda de su hijo mayor, el
teniente del Ejército Popular Republicano José Perelló Ballester (1913-1938), protegió
frente a quienes querían acabar con sus vidas en octubre de 1936. Esto es, un camión de sicarios anarquistas proveniente
de Pego capitaneado por el pegolino Salvador
Vedilla Sendra (1893-1940) y enviado al pueblo de Tormos por el cenetista y
vecino de Orba Joaquín Ballester Torrens (1903-1940), ambos implicados, según la documentación
judicial, en asesinatos a sangre fría de varias personas en los términos
municipales de Gandía y Sagra, respectivamente.
José
Perelló Torrens tampoco delató a aquellos vecinos tormenses que se habían
escondido para no ir al frente, entre ellos el futuro alcalde franquista José
Peretó Arbona (1912-1994), ante el capitán de Recuperación del Servicio de
Información Militar (SIM) cuando en la primavera de 1938 visitó Tormos en busca
de encubiertos, ni permitió que los delincuentes infiltrados en los comités
revolucionarios ("Pepas") de Denia y (El) Vergel, pertenecientes a la
Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y la Federación Anarquista Ibérica
(FAI), asesinaran a la gente de derechas de Tormos ni a los curas y monjas allí
refugiados.
Con
relación a los bienes civiles (tierras e inmuebles particulares y archivo
municipal) y eclesiásticos (iglesia, patrimonio artístico, archivo parroquial y
objetos de culto y liturgia) su integridad fue preservada por el alcalde. Así,
ni permitió la colectivización de las tierras del término municipal ni
consintió que los delincuentes de la CNT-FAI quemaran la iglesia del pueblo, la
única del valle de la Rectoría que conserva un retablo del siglo XVIII. Los
objetos litúrgicos y las imágenes más valiosas fueron escondidos, con la ayuda
del alcalde republicano, por el sacerdote escolapio Luis Ripoll Ginestar en varias casas del pueblo.
Con respecto a lo descrito, en nuestras conversaciones con el padre escolapio Ernesto Camps Ginestar (1927- 2013), hijo de Tormos, nos confirmó lo declarado por otras fuentes coetáneas de carácter oral (Francisca Perelló Ballester, 1920-2015) y escrito (Archivo Histórico de la Defensa), relatándonos que siendo un adolescente Ernesto Camps, durante los años 1936-1939 de la Guerra Civil Española, se refugiaron en el pueblo de Tormos algunos religiosos/as. Y que entre ellos destacaba el escolapio tormense Luis Ripoll Ginestar, con el cual mantuvo una fructífera relación.
Con respecto a lo descrito, en nuestras conversaciones con el padre escolapio Ernesto Camps Ginestar (1927- 2013), hijo de Tormos, nos confirmó lo declarado por otras fuentes coetáneas de carácter oral (Francisca Perelló Ballester, 1920-2015) y escrito (Archivo Histórico de la Defensa), relatándonos que siendo un adolescente Ernesto Camps, durante los años 1936-1939 de la Guerra Civil Española, se refugiaron en el pueblo de Tormos algunos religiosos/as. Y que entre ellos destacaba el escolapio tormense Luis Ripoll Ginestar, con el cual mantuvo una fructífera relación.
De la
presencia de religiosos/as en Tormos, también precisó el Padre Ernesto, que sus
padres Enrique y Carmen eran trabajadores y caseros del domicilio particular de
D. Joaquín Ballester Lloret que este poseía en Tormos, y que en este domicilio
también se refugiaron durante los años que duró la Guerra Civil Española, la
monja carmelita Margarita Ballester Lloret hermana de D. Joaquín, con las tres
monjas antes mencionadas del mismo convento de Dénia y otros dos religiosos
escolapios. A todas estas personas, el alcalde de Tormos, José Perelló
Torrens los tuvo a buen recaudo, salvaguardándolos de los crímenes que se
perpetraban en esas fechas contra los religiosos, evitándoles una muerte cruel.
Pero su actuación intachable al frente de la alcaldía no le sirvió para evitar
la represión franquista de posguerra.
"1939-1955: Represión y Soledad”
Terminada la guerra, el 29 de junio de 1939, miembros de
Falange Española Tradicionalista y de las JONS de Tormos, Serafín Catalá Lull
(1884-1973) y Joaquín Camps Vicens (1875-1959), denunciaron a través del
Delegado Local de Investigación de Falange, Alfredo Peretó Morand (1919-1998),
a José Perelló Torrens quien fue detenido en su domicilio por la Guardia Civil
del puesto de Orba el 7 de julio de 1939 acusado de haber participado en la
quema de imágenes religiosas en 1936.
Junto a este cargo principal de quema de imágenes
religiosas, y considerando que tal vez era endeble para perjudicar penalmente
al ex alcalde, los denunciantes deciden incluir otra acusación ya iniciado el
proceso judicial: la intervención del primer edil en la búsqueda de emboscados.
A este respecto es reseñable la curiosa amnesia del primer alcalde franquista
de Tormos, José Peretó Arbona, pues tanto en su informe de alcaldía como cuando
declara ante las autoridades judiciales franquistas contra José Perelló
Torrens, indica que el alcalde republicano “ha intervenido en la busca de
emboscados” entre los que él mismo se encontraba, olvidando que fue el alcalde
republicano, tal como declaró en el proceso judicial, quien dio permiso a José
Peretó Arbona y a otros mozos no incorporados a filas para esconderse a pesar
de haber sido llamados sus reemplazos. Concretamente,
como él mismo afirma, José Perelló Torrens:
“En cuanto a la busca de emboscados
no fue su intención hacerla, ya que con su permiso y protegidos por él había
varios en el pueblo y cuando se presentó el Capitán de recuperación su
intervención fue el de acompañarlo por exigírselo así este a las casas donde
creía [dicho capitán] que los había sin que [al no delatarlos el alcalde] se
detuviera a ninguno de los que allí estaban [escondidos] ni el declarante
presentara denuncia alguna contra ellos.”
En la misma fecha del 7 de julio de 1939 en que fue
injustamente detenido, José Perelló fue conducido a una prisión provisional
instalada en los antiguos almacenes de pasa de Morand en Denia reconvertidos en
escuela primaria durante la II República, situados en la actual calle de la
Mar. Allí permaneció recluido en pésimas condiciones hasta noviembre de 1939 cuando
fue trasladado al Campo de Concentración habilitado en los terrenos del
sanatorio antituberculoso de la Cartuja de Porta Coeli, en el término municipal
de Serra (Valencia), coincidiendo en ese durísimo presidio con su futuro yerno,
el soldado republicano Joaquín Riera Estela (1915-1988).
Almacén de Morand en Denía, 1939 Cartuja de Porta Coeli, Serra
(Valencia)
El escolapio e hijo del pueblo de Tormos Luis Ripoll
Ginestar, cuya integridad física garantizó José Perello Torrens durante la
guerra, junto con la monja carmelita Margarita Ballester Lloret hermana de D.
Joaquin Ballester Lloret y sus compañeras las monjas carmelitas de Denia
refugiadas en Tormos, fueron quienes intermediaron de manera más decidida y
sincera en la liberación del alcalde del campo de concentración, evitándole una
muerte segura. En una de sus múltiples declaraciones, recogidas en el sumario
del proceso judicial contra José Perelló Torrens, el religioso escolapio de
Tormos califica el proceder del alcalde durante la Guerra Civil como el de “un
buen cristiano y perfecto caballero”. Afirmación que también corroboran las
monjas carmelitas en el marco del proceso contra José Perelló Torrens, en una
declaración firmada ante el notario José María de Prada de Denia el 19 de
septiembre de 1939.
Los sucesos que tuvo que
afrontar el alcalde republicano en el verano de 1936 son descritos en las
declaraciones de un vecino de Tormos citado como testigo ante el Juzgado de
Pego, el cual narra:[3]
“Que el alcalde de aquel entonces en Tormos, José Perelló Torrens, ha sido
persona que durante toda su gestión ha observado una buena conducta y
protección para las personas de derechas, aunque fuera de ideas de izquierdas;
que el día [noche del domingo 2 de agosto de 1936] se
verificó el destrozo de la iglesia del pueblo de Tormos no se hizo por
elementos del expresado pueblo, sino por un camión de milicianos que llegó
procedente de Denia y La Jara, acompañados de un dirigente rojo de Orba llamado
Joaquín Ballester Torrens; que estos marcharon a requerimiento del Alcalde que
no quiso se quemaran los escombros por haber una enferma de gravedad en la casa
contigua a la iglesia...”
Otros testigos, también vecinos de Tormos, aportan más información
cuando declaran que:[4]
“Que los
milicianos obedecieron de mala gana al alcalde y se marcharon pero al día
siguiente le mandaron una nota en la cual decían que sacara
aquellos escombros y los quemara pues de lo contrario irían
ellos y pondrían a él en el centro de la hoguera amén de cometer desmanes
peores, esto es, registrar las casas del pueblo y encontrar en ellas gran
cantidad de gente perseguida que se había refugiado en Tormos para acto seguido
ensañarse con todas estas personas afectas al Glorioso Movimiento
Nacional, es decir, detenerlas, maltratarlas o asesinarlas”
Las reiteradas coacciones y amenazas de muerte hacia José Perelló
Torrens por los milicianos, principalmente por parte de su líder, Joaquín
Ballester Torrens (1903-1940), se prolongaron por un período de entre tres a
quince días (según distintas versiones), recibiendo durante este
lapso de tiempo el expresado alcalde varios avisos más y entonces en evitación
de males mayores, solicitó de los vecinos de Tormos que se sacaran los
escombros y se quemaran, como así se hizo una noche entre el entre el 5 y el
17de agosto de 1936.
Tras un período de encarcelamiento en el Campo de Concentración
de Porta Coeli, el 5 de abril de 1940, José Perelló fue juzgado ante el
Consejo de Guerra n.º 2 de Alicante en juicio sumario (procedimiento sumarísimo
de urgencia número 5020) siendo condenado a una pena de seis meses y un día de
prisión menor por un delito de Auxilio a la Rebelión. Esta condena se le
impone a pesar de reconocerse por quienes le juzgan:
“Que el condenado fue coaccionado por varios
milicianos rojos llegados a Tormos en dos camiones para que les entregara
la llave de la iglesia y que estos no quemaron las imágenes a ruegos del
alcalde quien varios días después tuvo que hacerlo el mismo con la ayuda de
vecinos del pueblo ante los repetidos requerimientos de aquellos que los cuales
le mandaron aviso amenazándole con quemarlo vivo si no accedía a sus
pretensiones”.
Además, en la sentencia también se reconoce que José Perelló Torrens:
“En
el desempeño de su cargo acompañó al Capitán de recuperación encargado de este
servicio a la busca de elementos derechistas emboscados sin que llegaran a
practicarse detenciones, tuvo una actuación discreta evitando derramamientos de
sangre y favoreciendo en la medida de los posible a los vecinos de orden, así
como también, con anterioridad al destrozo de la iglesia, secundó al párroco en
su labor encaminada a poner a salvo los objetos sagrados más
valiosos”.
Todas estas circunstancias y méritos
no fueron suficientes para los jueces militares
que consideraron como atenuante y no como eximente que el alcalde obrará como
lo hizo por “estado de necesidad”, esto es, bajo amenazas de muerte
dirigidas a él y a gente refugiada en Tormos ya que según ellos “por el cargo
que ostentaba tenía obligación de sacrificarse”, es decir, dejarse quemar en la
hoguera con los restos de las imágenes destruidas por los cenetistas. Este
razonamiento es cruel y sobre todo absurdo, ya que si el alcalde se hubiese
dejado quemar vivo no hubiese salvado ni las imágenes destruidas que hubieran
acabado quemándose de igual manera ni hubiera podido ejercer su autoridad sobre
los asesinos que buscaban acabar con los derechistas y religiosos refugiados en
el municipio.
En noviembre de 2009, Joaquín Riera Ginestar, bisnieto de José
Perelló Torrens, obtuvo, en el marco de la Ley de Memoria Histórica de España
(2007), una declaración de reparación moral y reconocimiento personal por parte
del Ministerio de Justicia, otorgada a aquellos que injustamente padecieron
persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura franquista. Han
recibido también este mismo reconocimiento, entre otros, el poeta
oriolano Miguel Hernández (1910-1942).
Por otra parte, el 23 de noviembre de 2011, el pleno del Ayuntamiento de Tormos, a petición del bisnieto del homenajeado, aprobó por unanimidad la denominación calle Alcalde José Perelló Torrens de una vía pública de nueva creación, decisión fundamentada, entre otros motivos:
Por otra parte, el 23 de noviembre de 2011, el pleno del Ayuntamiento de Tormos, a petición del bisnieto del homenajeado, aprobó por unanimidad la denominación calle Alcalde José Perelló Torrens de una vía pública de nueva creación, decisión fundamentada, entre otros motivos:
“En que José Perelló Torrens
fue Alcalde de Tormos entre 1931 y 1939 y que durante el desempeño de su cargo
en el tiempo de la Guerra Civil Española (1936-1939) evitó que en el pueblo de
Tormos, a diferencia de lo que ocurrió en otros municipios (Orba, Sagra,
Benimeli o Sanet) hubiera derramamiento de sangre, destrucción de bienes
religiosos y confiscación de tierras”.
Los últimos 15 años de vida José Perelló Torrens, tras su
encarcelamiento y juicio sumario, fueron
tristes. Viudo desde 1949, envejecido prematuramente y aquejado de párkinson
por el sufrimiento acumulado durante la guerra y la posguerra, se encerró en sí
mismo, desengañado del mundo. José Perelló Torrens acabó su cometido en esta
vida como un hombre derrotado físicamente pero moralmente íntegro que igual que
el político democristiano Luis Lucía (1888-1943) “entró en la cárcel por no querer odiar y de la cárcel salió sin haber
aprendido a odiar” y que con creces cumplió el dicho recogido en el
Talmud de Babilonia (Tratado Sanhedrin, 37a) que dice que “quien salva una vida, salva al mundo entero”.
[1] El
profesor Joaquín Riera Ginestar defiende la tesis de que la Guerra Civil
Española (1936-1939) no fue una guerra civil entre dos Españas sino el fruto de la determinación de
dos Españas minoritarias y extremas de acabar con la otra, la mayoritaria
Tercera España. En esta España intermedia o central, podían haberse integrado
gentes de toda condición, edad, clase e ideología, excluyendo de ella a
aquellas otras dos Españas, la fascista por una parte, y la anarquista,
comunista, trotskista y socialista radical por otra; dos Españas que querían
ensayar por encima de todo revoluciones totalitarias que ya habían triunfado en
la Unión Soviética, en Alemania
o en Italia,
en un clima
de violencia y anulación
de las libertades. La frustrada Tercera España la
formaban, como decía el gran periodista Manuel Chaves Nogales (1897-1944),
“ciudadanos de una república democrática y parlamentaria que solo querían
ganarse su pan y su libertad en paz y justicia”.
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