viernes, 27 de mayo de 2016

José Perelló Torrens, 1º Alcalde democrático de Tormos del siglo XX

Es de destacar en la población de Tormos durante los años treinta del siglo XX, la persona de José Perelló Torrens como persona, político republicano de izquierdas y alcalde de Tormos. Su figura, a partir de su actuación durante la Guerra Civil española, se sitúa dentro de la órbita de la Tercera España[1]. Hijo de José Andrés Perelló Bañuls y de Patrocinio Torrens Lull, nace en Tormos el 17 de abril de 1885 y fallece en el mismo municipio el 1 de agosto de 1955.
En el Quinque Llibri de los años 1860-1929 de Tormos, pág. 94 Sección Bautismos, en su bautizo oficiado por el párroco D. Salvador Mut es descrito como José Andrés Perelló Torrens, y cuyo texto literal es:

“En la Iglesia parroquial de San Luis Beltrán el lugar de Tormos, filial de la parroquia de San Francisco de Paula de Ráfol de Almunia, provincia de Alicante, diócesis de Valencia, el día 18 de abril de mil ochocientos ochenta y cinco, yo Salvador Mut coadjutor de la misma, bautizo a un niño que nació ayer a las ocho de la noche hijo legitimo de José Andrés Perello Bañuls, jornalero y de Patrocinio Torrens Lull, naturales casados y  vecinos de esta. Siendo sus abuelos paternos José Andrés Perelló labrador natural de Tormos y Joaquina Bañuls de Pego, vecinos de esta y los abuelos maternos Bartolomé Torrens natural de Tormos, ya difunto, y Josefa Maria Llull de Rafol, viuda vecina de Tormos...”


José Perelló Torrens, casado el 14 de febrero 1912 con Francisca Ballester Torrens (1886-1949), tuvo tres hijos: José (1913-1938), Bartolomé (1916-1927) y Francisca (1920-2015). De familia humilde, desde joven tuvo como oficio el de labrador como la mayoría de las personas del pueblo, ya que a principios del siglo XIX, en Tormos y los pueblos de la Marina Alta contaban con una población eminentemente agraria que tenían como principal fuente de riqueza la agricultura, con tendencia al minifundio y a la dispersión parcelaria, lo que suponía un obstáculo para un correcto desarrollo.



En Tormos había muchos jornaleros aptos para realizar los trabajos agrícolas, pero debido a las crisis agrarias propiciadas por fenómenos climatológicos adversos, con largas sequías y otras causas en el levante español, y la plaga de la filoxera del viñedo entre los años 1884 y 1914, creó una falta de trabajo para estos jornaleros. Esta incertidumbre en la agricultura, propició el inicio de una emigración hacia Argelia, Nueva York en los Estados Unidos de América y otros países buscando una de las posibles soluciones para la mano de obra de la juventud.

En 1917 debido a sus escasos recursos económicos personales del momento, José Perelló deja su familia en Tormos y emigra a los Estados Unidos de América, al igual que lo había hecho su hermano Bartolomé el 13 de mayo de 1913. José Perelló llega a Nueva York procedente del puerto de Valencia, el 14 de febrero de 1917 a bordo del buque Antonio López de la flota de la Compañía Trasatlántica Española. Antes de tocar tierra en Manhattan, los barcos atracaban en el cercano islote de Ellis, donde a los emigrantes les esperaba un gran centro de recepción y examen. 


 


Isla de Ellis. Parada obligatoria de nuestros antepasados antes de entrar en EEUU.

En el archivo de Ellis Island se puede buscar el rastro de los emigrantes que pasaron por allí, saber cómo se llamaban, qué edad tenían, de dónde llegaron, quién les pagó el viaje, adónde iban, incluso si tenían algún problema de salud, si eran polígamos o anarquistas.

 

 31 de diciembre de 1918                                                                              10 de octubre de 1924


Ya en Nueva York, José Perelló se alojó en el establecimiento hotelero situado en el nº 98 de Roosevelt Street llamado “Fonda española valenciana: los dos hermanos”, regentado por Juan Pons, vecino de Orba, y Manuel Ivars Sala, natural de Benissa. Posteriormente, se hospedó en el mismo hotel, el cual había sido trasladado a otra parte de la ciudad, había pasado a manos de Francisco Sendra, también natural de Orba, y había cambiado de nombre denominándose “La valenciana” a secas. Esta fonda estaba situada en el nº 45 de Cherry Street, en uno de los enclaves españoles en la ciudad de Nueva York, en la parte baja del “Lower East Side” de la isla de Manhattan, junto al anclaje del Puente Manhattan. Allí los emigrantes de España convivían con inmigrantes de otras partes del mundo hispanohablante, principalmente Cuba y Puerto Rico. En este hotel compartió alojamiento con Leopoldo Ginestar Riera (1898-1974), también vecino de Tormos y futuro suegro de su único nieto: Joaquín Riera Perelló (1945-1995). En Nueva York, José Perelló trabajó en la construcción de carreteras y residió intermitentemente hasta 1925, año en que regresa a su pueblo natal de Tormos.[2]

Edificio blanco de la Izquierda: Hotel La valenciana,
 en Cherry Street 45, Nueva York (1932) 

Pocos años después de su regreso a Tormos, se proclama la Segunda República Española y los acontecimientos políticos provocan que se convierta en el primer alcalde democrático de Tormos (Alicante) del siglo XX antes de la recuperación de la democracia en 1978. Lo fue en representación de los partidos fundados por Manuel Azaña Díaz (1880-1940), Acción Republicana e Izquierda Republicana, desde abril de 1931 hasta abril de 1939.

Sin recibir ninguna remuneración económica durante el transcurso de su gestión al frente del gobierno municipal,  José Perelló impulsó medidas para la mejora del bienestar de la gente de Tormos, entre otras muchas acciones: la construcción de la Escuela primaria municipal en 1932-1933 aún en uso en la actualidad; la Casa del maestro hoy reconvertida en Farmacia; la instalación de un teléfono público;  la perforación de un pozo y la correspondiente conducción de agua desde la fuente de “La Bolata” hasta el pueblo para su abastecimiento, así como la mejora de la red de caminos vecinales rurales y de las calles del casco urbano en cuanto a la evacuación de aguas pluviales.

Al poco tiempo de iniciarse el conflicto armado de 1936, según declaración del escolapio el Padre Luis Ripoll Ginestar, que manifestó en declaración ante Juzgado de Pego el 14 de octubre de 1939:

“que si bien era Alcalde de la expresada Villa pretendió dejar el mando, pero, ante los ruegos de algunos amigos de derechas siguió en el cargo para evitar con ello que ocupara el puesto otro que perjudicara por sus ideas más avanzadas la paz y los intereses de aquel pueblo...”

Y en múltiples declaraciones, recogidas en el sumario del proceso judicial contra José Perelló Torrens, el religioso escolapio de Tormos califica el proceder del alcalde durante la Guerra Civil como el de un “buen cristiano y perfecto caballero” y remarca que:

“durante el tiempo que estuvo refugiado en el pueblo junto con otro religioso de la misma orden [el hermano Pascual] el alcalde hizo cuanto estuvo de su parte para que no le pasara nada, habiendo hecho esta misma labor con otras personas de derechas allí refugiadas, de las que incluso tenía a alguna refugiada en su casa [se trataba de Fabián Lull Estela]”.

Durante los espinosos tiempos de la Guerra Civil, José Perelló al frente de la alcaldía tuvo una actuación ejemplar, honrosa y humanitaria, no permitiendo la muerte violenta de ninguna persona en el término municipal de Tormos. Ofreció protección en Tormos durante toda la Guerra Civil a la monja carmelita Margarita Ballester Lloret, hermana de D. Joaquín Ballester Lloret (Cofundador de Fontilles) con otras tres monjas miembros de la comunidad del Convento de Carmelitas de Dénia (Salvadora Gasset Muñoz, Rosalía Díez y Avelina León González), que se instalaron en la casa de D. Joaquin Ballester durante la contienda. También dió refugio en Tormos a dos padres escolapios, uno de ellos, el padre Luis Ripoll Ginestar (1869-1956), natural de Tormos, a un gran propietario y ex alcalde del municipio de Benimeli (Fabián Lull Estela [1894-1967]) y otros terratenientes del pueblo de Tormos (Vicente Ballester Ballester [1867-1945] y  su hijo Vicente Ballester Tur [1895-1960]), a los que con la ayuda de su hijo mayor, el teniente del Ejército Popular Republicano José Perelló Ballester (1913-1938), protegió frente a quienes querían acabar con sus vidas en octubre de 1936. Esto es,  un camión de sicarios anarquistas proveniente de Pego capitaneado por el pegolino Salvador Vedilla Sendra (1893-1940) y enviado al pueblo de Tormos por el cenetista y vecino de Orba Joaquín Ballester Torrens (1903-1940), ambos implicados, según la documentación judicial, en asesinatos a sangre fría de varias personas en los términos municipales de Gandía y Sagra, respectivamente.

José Perelló Torrens tampoco delató a aquellos vecinos tormenses que se habían escondido para no ir al frente, entre ellos el futuro alcalde franquista José Peretó Arbona (1912-1994), ante el capitán de Recuperación del Servicio de Información Militar (SIM) cuando en la primavera de 1938 visitó Tormos en busca de encubiertos, ni permitió que los delincuentes infiltrados en los comités revolucionarios ("Pepas") de Denia y (El) Vergel, pertenecientes a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y la Federación Anarquista Ibérica (FAI), asesinaran a la gente de derechas de Tormos ni a los curas y monjas allí refugiados.

Con relación a los bienes civiles (tierras e inmuebles particulares y archivo municipal) y eclesiásticos (iglesia, patrimonio artístico, archivo parroquial y objetos de culto y liturgia) su integridad fue preservada por el alcalde. Así, ni permitió la colectivización de las tierras del término municipal ni consintió que los delincuentes de la CNT-FAI quemaran la iglesia del pueblo, la única del valle de la Rectoría que conserva un retablo del siglo XVIII. Los objetos litúrgicos y las imágenes más valiosas fueron escondidos, con la ayuda del alcalde republicano, por el sacerdote escolapio Luis Ripoll Ginestar  en varias casas del pueblo.


Con respecto a lo descrito, en nuestras conversaciones con el padre escolapio Ernesto Camps Ginestar (1927- 2013), hijo de Tormos, nos confirmó lo declarado por otras fuentes coetáneas de carácter oral (Francisca Perelló Ballester, 1920-2015) y escrito (Archivo Histórico de la Defensa), relatándonos que siendo un adolescente Ernesto Camps, durante los años 1936-1939 de la Guerra Civil Española, se refugiaron en el pueblo de Tormos algunos religiosos/as. Y que entre ellos destacaba el escolapio tormense Luis Ripoll Ginestar, con el cual mantuvo una fructífera relación.



De la presencia de religiosos/as en Tormos, también precisó el Padre Ernesto, que sus padres Enrique y Carmen eran trabajadores y caseros del domicilio particular de D. Joaquín Ballester Lloret que este poseía en Tormos, y que en este domicilio también se refugiaron durante los años que duró la Guerra Civil Española, la monja carmelita Margarita Ballester Lloret hermana de D. Joaquín, con las tres monjas antes mencionadas del mismo convento de Dénia y otros dos religiosos escolapios. A todas estas personas, el alcalde de Tormos, José Perelló Torrens los tuvo a buen recaudo, salvaguardándolos de los crímenes que se perpetraban en esas fechas contra los religiosos, evitándoles una muerte cruel. Pero su actuación intachable al frente de la alcaldía no le sirvió para evitar la represión franquista de posguerra.


"1939-1955: Represión y Soledad”

Terminada la guerra, el 29 de junio de 1939, miembros de Falange Española Tradicionalista y de las JONS de Tormos, Serafín Catalá Lull (1884-1973) y Joaquín Camps Vicens (1875-1959), denunciaron a través del Delegado Local de Investigación de Falange, Alfredo Peretó Morand (1919-1998), a José Perelló Torrens quien fue detenido en su domicilio por la Guardia Civil del puesto de Orba el 7 de julio de 1939 acusado de haber participado en la quema de imágenes religiosas en 1936.

Junto a este cargo principal de quema de imágenes religiosas, y considerando que tal vez era endeble para perjudicar penalmente al ex alcalde, los denunciantes deciden incluir otra acusación ya iniciado el proceso judicial: la intervención del primer edil en la búsqueda de emboscados. A este respecto es reseñable la curiosa amnesia del primer alcalde franquista de Tormos, José Peretó Arbona, pues tanto en su informe de alcaldía como cuando declara ante las autoridades judiciales franquistas contra José Perelló Torrens, indica que el alcalde republicano “ha intervenido en la busca de emboscados” entre los que él mismo se encontraba, olvidando que fue el alcalde republicano, tal como declaró en el proceso judicial, quien dio permiso a José Peretó Arbona y a otros mozos no incorporados a filas para esconderse a pesar de haber sido llamados sus reemplazos. Concretamente, como él mismo afirma, José Perelló Torrens:

    En cuanto a la busca de emboscados no fue su intención hacerla, ya que con su permiso y protegidos por él había varios en el pueblo y cuando se presentó el Capitán de recuperación su intervención fue el de acompañarlo por exigírselo así este a las casas donde creía [dicho capitán] que los había sin que [al no delatarlos el alcalde] se detuviera a ninguno de los que allí estaban [escondidos] ni el declarante presentara denuncia alguna contra ellos.

En la misma fecha del 7 de julio de 1939 en que fue injustamente detenido, José Perelló fue conducido a una prisión provisional instalada en los antiguos almacenes de pasa de Morand en Denia reconvertidos en escuela primaria durante la II República, situados en la actual calle de la Mar. Allí permaneció recluido en pésimas condiciones hasta noviembre de 1939 cuando fue trasladado al Campo de Concentración habilitado en los terrenos del sanatorio antituberculoso de la Cartuja de Porta Coeli, en el término municipal de Serra (Valencia), coincidiendo en ese durísimo presidio con su futuro yerno, el soldado republicano Joaquín Riera Estela (1915-1988).
    
                  
                       Almacén de Morand en Denía, 1939                                 Cartuja de Porta Coeli, Serra (Valencia)
                
El escolapio e hijo del pueblo de Tormos Luis Ripoll Ginestar, cuya integridad física garantizó José Perello Torrens durante la guerra, junto con la monja carmelita Margarita Ballester Lloret hermana de D. Joaquin Ballester Lloret y sus compañeras las monjas carmelitas de Denia refugiadas en Tormos, fueron quienes intermediaron de manera más decidida y sincera en la liberación del alcalde del campo de concentración, evitándole una muerte segura. En una de sus múltiples declaraciones, recogidas en el sumario del proceso judicial contra José Perelló Torrens, el religioso escolapio de Tormos califica el proceder del alcalde durante la Guerra Civil como el de “un buen cristiano y perfecto caballero”. Afirmación que también corroboran las monjas carmelitas en el marco del proceso contra José Perelló Torrens, en una declaración firmada ante el notario José María de Prada de Denia el 19 de septiembre de 1939. 

Los sucesos que tuvo que afrontar el alcalde republicano en el verano de 1936 son descritos en las declaraciones de un vecino de Tormos citado como testigo ante el Juzgado de Pego, el cual narra:[3] 

  “Que el alcalde de aquel entonces en Tormos, José Perelló Torrens, ha sido persona que durante toda su gestión ha observado una buena conducta y protección para las personas de derechas, aunque fuera de ideas de izquierdas; que el día [noche del domingo 2 de agosto de 1936] se verificó el destrozo de la iglesia del pueblo de Tormos no se hizo por elementos del expresado pueblo, sino por un camión de milicianos que llegó procedente de Denia y La Jara, acompañados de un dirigente rojo de Orba llamado Joaquín Ballester Torrens; que estos marcharon a requerimiento del Alcalde que no quiso se quemaran los escombros por haber una enferma de gravedad en la casa contigua a la iglesia...”

Otros testigos, también vecinos de Tormos, aportan más información cuando declaran que:[4]

  “Que los milicianos obedecieron de mala gana al alcalde y se marcharon pero al día siguiente le mandaron  una nota en la cual decían que sacara aquellos  escombros  y los quemara  pues de lo contrario irían ellos y pondrían a él en el centro de la hoguera amén de cometer desmanes peores, esto es, registrar las casas del pueblo y encontrar en ellas gran cantidad de gente perseguida que se había refugiado en Tormos para acto seguido ensañarse con todas estas personas afectas al Glorioso Movimiento  Nacional, es decir, detenerlas, maltratarlas o asesinarlas”

Las reiteradas coacciones y amenazas de muerte hacia José Perelló Torrens por los milicianos, principalmente por parte de su líder, Joaquín Ballester Torrens (1903-1940), se prolongaron por un período de entre tres a quince días (según distintas versiones),  recibiendo  durante este lapso de tiempo el expresado alcalde varios avisos más y entonces en evitación de males mayores, solicitó de los vecinos de Tormos que se sacaran los escombros y se quemaran, como así se hizo una noche entre el entre el 5 y el 17de agosto de 1936.

Tras un período de encarcelamiento en el Campo de Concentración de Porta Coeli, el 5 de abril de 1940, José Perelló fue juzgado ante el Consejo de Guerra n.º 2 de Alicante en juicio sumario (procedimiento sumarísimo de urgencia número 5020) siendo condenado a una pena de seis meses y un día de prisión menor por un delito de Auxilio a la Rebelión. Esta condena se le impone a pesar de reconocerse por quienes le juzgan:

     “Que el condenado fue coaccionado  por varios  milicianos  rojos llegados a Tormos en dos camiones para que les entregara la llave de la iglesia y que estos no quemaron las imágenes a ruegos del alcalde quien varios días después tuvo que hacerlo el mismo con la ayuda de vecinos del pueblo ante los repetidos requerimientos de aquellos que los cuales le mandaron aviso amenazándole con quemarlo vivo si no accedía a sus pretensiones”.

Además, en la sentencia también se reconoce que José Perelló Torrens:

     “En el desempeño de su cargo acompañó al Capitán de recuperación encargado de este servicio a la busca de elementos derechistas emboscados sin que llegaran a practicarse detenciones, tuvo una actuación discreta evitando derramamientos de sangre y favoreciendo en la medida de los posible a los vecinos de orden, así como también, con anterioridad al destrozo de la iglesia, secundó al párroco en su labor encaminada a poner a salvo los objetos  sagrados  más  valiosos”. 

Todas  estas  circunstancias  y  méritos  no  fueron  suficientes  para  los  jueces militares que consideraron como atenuante y no como eximente que el alcalde obrará como lo hizo por “estado de necesidad”, esto es, bajo amenazas de muerte dirigidas a él y a gente refugiada en Tormos ya que según ellos “por el cargo que ostentaba tenía obligación de sacrificarse”, es decir, dejarse quemar en la hoguera con los restos de las imágenes destruidas por los cenetistas. Este razonamiento es cruel y sobre todo absurdo, ya que si el alcalde se hubiese dejado quemar vivo no hubiese salvado ni las imágenes destruidas que hubieran acabado quemándose de igual manera ni hubiera podido ejercer su autoridad sobre los asesinos que buscaban acabar con los derechistas y religiosos refugiados en el municipio.

En noviembre de 2009, Joaquín Riera Ginestar, bisnieto de José Perelló Torrens, obtuvo, en el marco de la Ley de Memoria Histórica de España (2007), una declaración de reparación moral y reconocimiento personal por parte del Ministerio de Justicia, otorgada a aquellos que injustamente padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura franquista. Han recibido también este mismo reconocimiento, entre otros, el poeta oriolano Miguel Hernández (1910-1942).

Por otra parte, el 23 de noviembre de 2011, el pleno del Ayuntamiento de Tormos, a petición del bisnieto del homenajeado, aprobó por unanimidad la denominación calle Alcalde José Perelló Torrens de una vía pública de nueva creación, decisión fundamentada, entre otros motivos:




 “En que José Perelló Torrens fue Alcalde de Tormos entre 1931 y 1939 y que durante el desempeño de su cargo en el tiempo de la Guerra Civil Española (1936-1939) evitó que en el pueblo de Tormos, a diferencia de lo que ocurrió en otros municipios (Orba, Sagra, Benimeli o Sanet) hubiera derramamiento de sangre, destrucción de bienes religiosos y confiscación de tierras”.



Los últimos 15 años de vida José Perelló Torrens, tras su encarcelamiento y juicio sumario,  fueron tristes. Viudo desde 1949, envejecido prematuramente y aquejado de párkinson por el sufrimiento acumulado durante la guerra y la posguerra, se encerró en sí mismo, desengañado del mundo. José Perelló Torrens acabó su cometido en esta vida como un hombre derrotado físicamente pero moralmente íntegro que igual que el político democristiano Luis Lucía (1888-1943) “entró en la cárcel por no querer odiar y de la cárcel salió sin haber aprendido a odiar” y que con creces cumplió el dicho recogido en el Talmud de Babilonia (Tratado Sanhedrin, 37a) que dice que “quien salva una vida, salva al mundo entero”. 





                [1] El profesor Joaquín Riera Ginestar defiende la tesis de que la Guerra Civil Española (1936-1939) no fue una guerra civil entre dos  Españas sino el fruto de la determinación de dos Españas minoritarias y extremas de acabar con la otra, la mayoritaria Tercera España. En esta España intermedia o central, podían haberse integrado gentes de toda condición, edad, clase e ideología, excluyendo de ella a aquellas otras dos Españas, la fascista por una parte, y la anarquista, comunista, trotskista y socialista radical por otra; dos Españas que querían ensayar por encima de todo revoluciones totalitarias que ya habían triunfado en la Unión Soviética,  en  Alemania  o  en  Italia,  en  un  clima  de  violencia  y anulación  de  las  libertades. La frustrada Tercera España la formaban, como decía el gran periodista Manuel Chaves Nogales (1897-1944), “ciudadanos de una república democrática y parlamentaria que solo querían ganarse su pan y su libertad en paz y justicia”. 

                [2] Fuente: The Statue of Liberty-Ellis Island Foundation.

               [3]  Declaración del testigo Vicente Ballester Tur (1895-1960).

              [4]  Declaraciones de los testigos Gaspar Ginés Torres (1865-1947) y Luis Ripoll Ginestar (1869-1956).

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